Columna Olor A Dinero
Feliciano J. Espriella
Represión, crisis y dogmatismo: el peligroso experimento de Milei
Miércoles 19 de marzo de 2025
Javier Milei llegó con promesas de una revolución libertaria, pero en poco tiempo ha exhibido los rasgos más oscuros de la extrema derecha: represión, un ajuste económico despiadado y un caos gubernamental que ha sumido a Argentina en la incertidumbre.
Milei alcanzó el poder en Argentina con la promesa de una revolución libertaria, un discurso incendiario contra la “casta política” y una visión radical del libre mercado. Sin embargo, su gobierno ha mostrado, en un tiempo récord, los rasgos más oscuros de la extrema derecha: represión a la protesta social, un ajuste económico brutal que golpea a los sectores más vulnerables y una gestión errática que ha sumido al país en una espiral de incertidumbre.
Desde su asunción, Milei ha optado por una estrategia de confrontación con amplios sectores de la sociedad. Las protestas contra sus medidas de ajuste han sido respondidas con un endurecimiento represivo alarmante. La criminalización de la protesta y el uso desproporcionado de la fuerza recuerdan a experiencias pasadas en América Latina y Europa, donde gobiernos de extrema derecha han aplicado mano dura para sofocar el descontento social. La represión no es un síntoma aislado, sino un rasgo común en regímenes que buscan imponer medidas impopulares a cualquier costo.
A esto se suma el paquete de medidas económicas que ha impulsado, con un ajuste feroz que impacta directamente sobre los más desprotegidos. La eliminación de subsidios, la dolarización improvisada y los recortes a la seguridad social han empobrecido aún más a una sociedad ya golpeada por la crisis. Entre los sectores más afectados están los jubilados, quienes han visto una drástica reducción en sus ingresos, poniendo en riesgo su acceso a medicamentos y a necesidades básicas.
Milei insiste en que su modelo económico es la única vía para “salvar” a Argentina, pero su dogmatismo lo ha llevado a ignorar las advertencias de economistas y organismos internacionales. En su obsesión por desmantelar el Estado, no solo ha recortado el gasto público, sino que ha debilitado la capacidad del gobierno para atender emergencias y garantizar derechos básicos. La historia ofrece ejemplos claros de cómo políticas ultraliberales extremas han fracasado, desde la Rusia de los años 90 hasta el Chile de Pinochet, donde los costos sociales fueron altísimos y las desigualdades se profundizaron de manera irreversible.
El problema de Milei no es solo su agenda económica y represiva, sino su forma de ejercer el poder. Su desprecio por el diálogo, su hostilidad hacia la prensa crítica y su tendencia a gobernar a través de insultos y descalificaciones lo acercan más a líderes autoritarios que a verdaderos estadistas. Este estilo de liderazgo, basado en la confrontación y el ataque constante, busca desviar la atención de los fracasos de su gestión y polarizar a la sociedad para evitar rendir cuentas.
Argentina ha sido testigo de cómo las promesas de cambio pueden convertirse en pesadillas cuando se imponen desde la intolerancia y la insensibilidad social. La historia ha demostrado que los experimentos ultraderechistas, lejos de traer prosperidad, generan más pobreza, más desigualdad y más conflictos sociales. Javier Milei, con su dogmatismo y su desprecio por el bienestar de su pueblo, está siguiendo ese mismo camino, uno que ya ha dejado demasiadas cicatrices en la historia reciente.
Si Argentina no frena a tiempo esta deriva, el costo será alto y recaerá, como siempre, sobre los más indefensos. La ultraderecha no solo ha exhibido su rostro en el gobierno de Milei, sino que ha dejado claro cuál es su verdadera esencia: represión, despojo y caos social. Y la historia, una vez más, será la encargada de juzgarlo.
México también ha vivido episodios en los que gobiernos neoliberales impusieron medidas draconianas para salvaguardar los intereses de las élites económicas a costa del sufrimiento popular. Basta recordar el Fobaproa, un rescate bancario que convirtió las deudas privadas en deuda pública, condenando a generaciones enteras a pagar los excesos financieros de unos cuantos privilegiados. Como en Argentina hoy, en México se recurrió al argumento de que “no había alternativa”, cuando en realidad la carga del ajuste se impuso sobre quienes menos tenían, mientras los verdaderos responsables salían impunes. La historia demuestra que estos modelos de saqueo solo perpetúan la desigualdad y erosionan la confianza en las instituciones.
Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.
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