Columna Olor a Dinero
Feliciano J. Espriella
Reina de México y Emperatriz de América
Jueves 12 de diciembre de 2024
Podría jurar que con el título de esta entrega no hubo absolutamente nadie que ignorara qué me refería a la Virgen de Guadalupe y a que hoy se le festeja a niveles de fiesta nacional.
“La Morenita del Tepeyac”, o “Protectora de los humildes”, como también se le conoce, se festeja el 12 de diciembre porque, según la tradición católica, es la fecha en que se completaron las apariciones de la Virgen María a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac, en 1531.
Según se cuenta, en la última de estas apariciones, la Virgen dejó su imagen milagrosa impresa en la tilma de Juan Diego, un hecho que, según los creyentes, confirma su origen divino y su cercanía con el pueblo mexicano. Es la misma que se encuentra tras el altar mayor en la Basílica de Guadalupe.
La devoción a la Virgen de Guadalupe, el fervor patrio manifestado en fechas como el 15 de septiembre y el Día de las Madres, en México son tres expresiones socioculturales profundamente arraigadas que comparten elementos de identidad, emotividad colectiva y ritualidad. Cada uno, sin embargo, manifiesta distintos aspectos emocionales que reflejan necesidades sociales del pueblo mexicano.
La devoción guadalupana está vinculada al ámbito espiritual y a la identidad histórica. Como símbolo religioso, la Virgen trasciende creencias específicas y se convierte en un emblema de unidad nacional, esperanza y consuelo. Su celebración, especialmente el 12 de diciembre, es un acto de fe que mezcla solemnidad y tradición, reafirmando la conexión entre los mexicanos y sus raíces culturales.
Más allá de lo religioso, la Virgen de Guadalupe es un emblema de unidad nacional. Durante la lucha por la independencia, fue adoptada como estandarte por Miguel Hidalgo, reforzando su importancia como símbolo de resistencia y esperanza. En la actualidad, su imagen trasciende las fronteras religiosas, siendo venerada incluso por personas que no se identifican plenamente con el catolicismo, debido a su papel como madre protectora y referente espiritual.
Existen en México quizá millones de compatriotas que, públicamente, se declaran no creyentes e incluso ateos, pero que se autodenominan “guadalupanos” y rinden culto a “La Morenita del Tepeyac”.
Me parece que esto en parte se debe a que la Virgen de Guadalupe trasciende la religión y se ha convertido en un símbolo de identidad cultural y nacional. Para ellos, Guadalupe representa esperanza, solidaridad y la conexión con sus raíces indígenas e históricas. Su aparición en el Tepeyac, vinculada a la lucha social y el mestizaje, da sentido de pertenencia. Además, su imagen es un icono colectivo que promueve valores universales como la protección y el amor maternal, resonando en creyentes y no creyentes por igual como emblema de unidad y consuelo.
La Virgen de Guadalupe posee una profunda ascendencia en la población mexicana debido a su papel como símbolo cultural, espiritual e identitario. Desde las apariciones en el Tepeyac en 1531, su figura ha sido percibida como un puente entre dos mundos: la cosmovisión indígena y la religión cristiana. Su representación mestiza y su mensaje de amor y protección a los humildes hicieron que, desde el inicio, se ganara el corazón de las comunidades indígenas y campesinas.
El fervor que genera su devoción se manifiesta en actos multitudinarios como la peregrinación a la Basílica de Guadalupe, que reúne a millones de fieles cada 12 de diciembre. Este fervor, más que ser una simple práctica religiosa, refleja la necesidad de esperanza, consuelo y pertenencia, elementos que la Virgen ha simbolizado por casi cinco siglos. Es un fenómeno que combina fe, historia y cultura, consolidándola como un símbolo único en la identidad mexicana.
La devoción guadalupana está vinculada al ámbito espiritual y a la identidad histórica. Como símbolo religioso, la Virgen trasciende creencias específicas y se convierte en un emblema de unidad nacional, esperanza y consuelo. Su celebración, el 12 de diciembre, es un acto de fe que mezcla solemnidad y tradición, reafirmando la conexión entre los mexicanos y sus raíces culturales.
Hoy es un día muy especial para millones de mexicanos que, aunque oficialmente no forma parte de las festividades, para la mayoría de la población es, sin duda, un “Día de Fiesta Nacional”.
Felicitaciones en su onomástico a las Lupitas y Lupitos, que también los hay.
Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.
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