Tanto migrantes como organizaciones dedicadas a ayudarlos temen que se les criminalice a partir de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca.
Tomado de Milenio
Ángel Hernández
Martes 10 de diciembre de 2024
TUCSON, Arizona.- Los migrantes en el sector fronterizo de Tucson, Arizona caminan con cautela. No quieren salir a trabajar ni a la calle. Y del lado mexicano, en Nogales, Sonora, incluso han congelado sus sueños de cruzar la frontera. Decenas de personas acampan en una región montañosa del lado mexicano, esperando alguna señal de una oportunidad para ir en busca del sueño americano.
Y es que la próxima llegada de Donald Trump para un segundo mandato y el aumento en las restricciones que el actual presidente, Joe Biden, ha impuesto para los solicitantes de asilo han logrado, a la mala, contener el flujo migratorio.
“Estamos buscando un asilo, a ver si se puede o a ver si nos dan. No estamos seguros todavía porque llevamos mucho tiempo acá, todavía no sabemos”, dijo a MILENIO Salvador, un joven migrante de Oaxaca. Desde México, en el muro fronterizo entre Sásabe, Sonora, y Sásabe, Arizona, el joven lleva más de 40 días a la espera de encontrar el momento perfecto para ingresar, ya sea entregándose o cruzando el desierto hacia Estados Unidos.
Junto a varias personas más con sucios uniformes camuflados, sobrevive con la comida, el agua, la ropa y algunos medicamentos que organizaciones como Los Samaritanos le entregan todos los días. Todos ellos huelen a sudor. Algunos no se han bañado en más de un mes. Vienen de estados como Chiapas, Sinaloa, Sonora y Oaxaca. Su esposa, asegura Salvador, sufrió una torcedura en el tobillo y no puede moverse.
El joven accedió a hablar y a dar su nombre, pero no a mostrar su rostro por temor a represalias de los polleros en México y “la migra” en Estados Unidos. A un kilómetro, por encima de él, en la cima de una montaña, hombres con binoculares y radios vigilan los campamentos de migrantes.
Del otro lado del muro, las amenazas que ha lanzado el republicano que llegará a la Casa Blanca han generado dudas entre la comunidad migrante, sobre si es posible que apliquen ciertas medidas como las deportaciones masivas o la prohibición de las ciudades santuario.
La preocupación también ha tocado a las organizaciones humanitarias de la frontera, que día a día acuden al muro fronterizo en la zona de Tucson, para atender a un promedio de 50 migrantes que están cruzando diario por ese punto.
“Por favor, que (Trump) se dé cuenta que también son personas. Si ve las estadísticas se puede dar cuenta que las comunidades más seguras son las de migrantes”, dijo Gail Kocourek, encargada de educación y orientación de Los Samaritanos en Tucson, Arizona.
Al menos 3 veces a la semana, Kocourek intenta viajar a la línea fronteriza para dar ayuda humanitaria a los migrantes, quienes lucen siempre alerta, ya sea por la Patrulla Fronteriza, los vigilantes o ciudadanos estadunidenses que han comenzado a perseguirlos, o de las inclemencias del clima.
Trump también ha dibujado un panorama donde las actividades humanitarias para atender migrantes podrían ser perseguidas por la administración del magnate, a quien se ha señalado en varias ocasiones de tener un acercamiento racista al tema migratorio.
“Lo van a criminalizar y creo que van a ser muy racistas en su acercamiento. Porque siendo honestos, gente viene de todo el mundo, y creo que buscarán a gente de color primero, dirán que deben deportarlos a ellos primero, lo cual es muy racista para mí”, concluyó la activista.
En las ciudades, como Tucson, los centros de apoyo a migrantes han comenzado a implementar un programa para informar y apoyar a los migrantes en su búsqueda de empleo, pero también para conocer su derecho ante un eventual arresto o deportación.
“La población está completamente asustada, los activistas, los líderes comunitarios estamos buscando tratar de darles toda la información posible a ellos, porque la población está nerviosa, ya no quieren salir a ciudades satélites de la ciudad, sitios retirados, ya no quieren ir a trabajar”, dijo a MILENIO Tony Pineda, trabajador del Josefina Ahumada Worker Center, una iglesia que se ha convertido en centro de atención a migrantes y en un santuario donde no pueden ser arrestados a menos que haya una orden judicial que lo indique.
El proyecto contempla protocolos, como ejercer su derecho a no autoincriminarse si son arrestados, dejar cartas notariales de sus bienes en caso de una deportación y una línea de respuesta rápida en caso de presencia de autoridades migratorias.
“Informando a los trabajadores, a las personas migrantes, de sus derechos constitucionales, de sus derechos humanos, de qué tienen que hacer y qué no tienen que hacer en una detención”, detalló Manuel Ruiz, coordinador del centro laboral, donde desde las diez de la mañana los migrantes se reúnen para hacer una lista donde se organizan los turnos para que sean contratados por los ciudadanos estadunidenses que llegan a buscar personas para trabajos como jardinería, reparación de techos y limpieza.
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