Columna El Zancudo
Arturo Soto Munguía
Sheinbaum: un mensaje lleno de mensajes
Miércoles 2 de octubre de 2024
Ayer externábamos las dudas sobre los efectos que podría tener sobre el evento de toma de protesta de Claudia Sheinbaum, el alto tonelaje simbólico de la figura del ya expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Contra su costumbre, este se comportó con suma discreción, tanta como lo permitió un recinto legislativo estallando en la muy larga euforia del triunfo electoral del dos de junio pasado; en la algarabía de quienes se asumen –vari@s sin mérito alguno y hasta con cierta dosis de cinismo- parte de una legislatura histórica en muchos sentidos, especialmente en el hecho de que por primera vez una mujer se ciñó al pecho la banda presidencial, esa prenda que de muchos modos es síntesis y reflejo del poder político en México.
López Obrador cruzó el recinto entre la batahola de gritos, vivas, aplausos, abrazos, palmadas, porras… y correspondió sin muchos aspavientos, respetuoso del papel estelar que ese día no le tocaba a él. Fue y se sentó a la izquierda de la maestra Ifigenia Martínez, un icono de la lucha social que, con sus 94 años a cuestas y ayudada con un tanque de oxígeno batalla para moverse, para articular palabras, le cuesta pronunciar el apellido de la presidenta, balbucea en ocasiones, pero no quiere perderse ese momento que la historia registrará para la posteridad: el de la entrega de la banda presidencial a otra mujer.
AMLO no necesitó asumirse protagonista del evento para serlo. La propia Claudia Sheinbaum dedicó casi un cuarto de su discurso a ensalzar la figura del expresidente, a reconocer sentidamente sus aportaciones a la transición mexicana, no exenta de sobresaltos, rencillas y abiertas confrontaciones con una oposición que, diezmada y todo, lo hizo ocupar buena parte de sus empeños para reducirla a su mínima expresión, con éxito, hay que decirlo.
En San Lázaro se inaugura el tiempo de las mujeres mexicanas. Con bemoles curiosos, hay que decirlo, como el dato ineludible, objetivo, claro, de que la primera mujer presidenta debió exagerar la apología de un hombre, estructurar un discurso impecable en la forma pero al menos contradictorio en su contenido, si de lo que se trataba era de rendir tributo a ellas y no a ellos. O no a él, para ser más preciso.
Más de nueve minutos hablando de un hombre, ensalzando su figura, elevándolo al parnaso, reconociendo implícitamente que si bien la historia registra la participación de muchas mujeres, nadie, varón ni mujer habría hecho posible lo que este primero de octubre de 2024 estamos viendo.
Como su pupila más avezada, la nueva presidenta hizo suya la narrativa obradorista y su vocación por la historia contada a conveniencia de sus causas políticas: recorrió el México prehispánico, pasó por la Colonia -y le raspó la lámina a la corona española-; habló de las luchas del pueblo mexicano durante la Independencia, la Reforma y la Revolución como prolegómeno de esta nueva etapa que se inauguró en 2018 y a la que ella se comprometió a dar continuidad: la cuarta transformación que es causa y a la vez efecto. O viceversa.
No desaprovechó la oportunidad de apelar a casi ni una de las más famosas frases hechas, los clichés y los estigmas que López Obrador se encargó de fijar en el imaginario colectivo de los mexicanos para interpretar la realidad del país y del mundo: por el bien de todos primero los pobres; el humanismo mexicano como filosofía que aspira a sustituir a corrientes mundiales del pensamiento; el neoliberalismo y los neoliberales protagonistas del régimen de corrupción; los autoritarios del otro lado y los demócratas del nuestro; no puede haber gobierno rico con pueblo pobre, austeridad republicana; con el pueblo todo, sin el pueblo nada, prohibido prohibir…
Ni Jesús Ramírez Cuéllar, si le hubieran encargado la elaboración del discurso, hubiera intercalado tantos lugares comunes que se repitieron insaciablemente a lo largo de mil cuatrocientas y tantas mañaneras. Supongo, con la más ferviente convicción de que no fue Chucho Ramírez quien estuvo a cargo de la redacción esa pieza oratoria, sino una mujer que, entendiendo el momento histórico del empoderamiento femenino, tuvo que conceder el lugar que le corresponde a los varones, en especial a uno.
Pero bueno, no nos metamos en berenjenales, porque hay demasiada sensibilidad en el ambiente.
II
No hubo uno solo de los programas y acciones de su antecesor que no fueran retomados y articulados en ese discurso que el expresidente escuchaba casi sin gesticular pero con el pecho henchido de orgullo en el relato de la larga apología de su legado, el reconocimiento al mejor presidente de la historia “aunque a él no le gusta que se lo digan” -acota, pero se lo dice- y lo coloca en el nicho donde aparecen otros personajes de la historia, como Madero, Hidalgo, Morelos, Juárez y Lázaro Cárdenas… le da en la pura pata de palo.
Y el expresidente sonríe afablemente, casi como si no le importara. Ni siquiera se inmuta cuando en un desliz involuntario o en un reflejo de la fuerza de la costumbre, Claudia alude a él como ‘Presidente’, ya sin el irrespetuoso ‘ex’…
III
No es difícil asumir, a partir del discurso de Claudia Sheinmbaum que en el binomio continuidad con cambio, el factor dominante es el primero. Ahí está la promesa de ampliar la ruta del Tren Maya y de construir el doble de las rutas ferroviarias que Andrés Manuel habilitó en el país; alcanzar la soberanía energética y alimentaria (sin importar maíz transgénico); mantener y ampliar los programas sociales, afianzar la reforma judicial…
En este punto, y teniendo como invitada especial a la ministra presidenta de la SCJN, Norma Piña (a la que saludó de beso en la mejilla, frío momento, pero mejor que el de López Obrador, quien la ignoró olímpicamente) sostuvo, con palabras que bien pueden encontrarse en cualquier mañanera en la que AMLO tocó el tema, que no puede ser autoritaria una reforma que deposita el poder de decisión en el pueblo, que es democrática, que autoritaria fue la de Zedillo.
También les corrige la plana a sus detractores: habla del modelo neoliberal que produjo millones de pobres y del humanismo mexicano que sacó de esa condición a 9 millones de ellos; el modelo que mantiene la estabilidad económica y niveles récord de inversión privada nacional y extranjera; que ha repartido arriba y abajo, entre los que menos tienen y entre los más ricos. Una variante de aquella cita de López Obrador cuando dijo que nunca como ahora, a los más ricos les ha ido mejor que en su gobierno.
IV
En el álgido tema de la seguridad, delinea cuatro ejes que, ciertamente no anticipan el golpe de timón que algunos esperaban: Primero, atender las causas de la violencia; segundo; utilizar la investigación y la inteligencia contra el crimen; tercero, fortalecer la Guardia Nacional y cuarto, la coordinación con estados y municipios para las tareas de seguridad.
“No regresará la irresponsable guerra contra el narco de Calderón que tanto daño le sigue haciendo a México”, apuntó.
Es, desde luego, discurso. Falta ver cómo lo aterriza en el ejercicio de gobierno, en la realidad concreta, en los contextos regionales y en coyunturas específicas.
Presidenta con A
La historia debe registrar que este 01 de octubre de 2024 una mujer llegó a la presidencia de México y, en sus palabras, no llega sola, llegamos todas: “Soy madre, abuela, científica y mujer de fe, y a partir de hoy, por voluntad del pueblo de México, la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
“Presidenta con A, porque como nos han enseñado, solo lo que se nombra existe”, subrayó.
La casualidad quiso que este discurso, este momento histórico se diera justo en la víspera del 2 de octubre (que quiso ser dos de noviembre mexicano, cantaría José de Molina a quien no conoce por lo menos el 80 por ciento de los asistentes al recinto legislativo) pero que sirvió para que la presidenta se comprometiera a no usar la fuerza pública para reprimir al pueblo y para respetar los derechos humanos porque a diferencia de los conservadores nosotros somos demócratas. Así dijo.
Presente en la toma de posesión de la nueva mandataria, el gobernador Alfonso Durazo recordó que Sheinbaum ha visitado Sonora en tres ocasiones después del triunfo electoral y en todas ellas ha refrendado el compromiso de seguir apoyando los proyectos que ya están en marcha, señaladamente los relacionados con el Plan Sonora de Energías Sostenibles, los planes de justicia y la ruta del tren que Claudia anunció desde su toma de protesta como candidata presidencial, allá en el Zócalo capitalino.
El mandatario sonorense felicitó a la nueva presidenta y mostró su entusiasmo porque el pueblo de México haya decidido darle continuidad a la cuarta transformación: “Viene una gran etapa para el país, pero especialmente para los sonorenses”, dijo.
Y dijo bien, porque en Sonora se están desarrollando grandes proyectos que tienen el sello del presidente que se va, pero en los que se ha comprometido la presidenta que llega y que hoy, aseguró, estará en Guerrero ya en funciones que su antecesor, enemigo de las indirectas, no quiso pisar en las tragedias de los dos últimos años y eso es de por sí, una indirecta.
Pero bueno, inauguremos pues esta nueva etapa, esta construcción del segundo piso de la cuarta transformación, hoy bajo las riendas de una mujer que sin duda, recoge todas las banderas de todas las mujeres que desde el México que se fundó hace diez mil años, siguen luchando por sus causas.
Esto no es un gazapo. López Obrador aseguró en uno de sus discursos (16 de mayo de 2019) lo siguiente: “Hay dos cosas que son muy valiosas en nuestro país, la primera es nuestra cultura, o nuestras culturas, México se fundó hace más de 10 mil años, con todo respeto, todavía pastaban los búfalos en lo que hoy es Nueva York, y ya en México había universidades, y había imprentas”
Y si López Obrador lo dijo, es cierto.
Con esa certeza hay que hacer votos para que lo que viene vuelva a ser cierto.
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