No es lo mismo un gobernador fuerte que un gobernador guango

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Columna El Zancudo

Arturo Soto Munguía

No es lo mismo un gobernador fuerte que un gobernador guango

Jueves 3 de octubre

Es apenas el día 02 del nuevo gobierno federal y en el corazón del territorio yaqui queda clara la línea de continuidad que en materia de atención a los pueblos indígenas trazó desde el principio el entonces presidente López Obrador.

 Apenas la semana pasada, estuvo en Vícam Switch acompañado de la aún presidenta electa Claudia Sheinbaum y el gobernador Alfonso Durazo para entregar dos de las obras más emblemáticas del Plan de Justicia Yaqui: el distrito de riego que abrirá unas 60 mil hectáreas para potenciales cultivos, y el acueducto Yaqui que por primera vez llevará agua potable a los ocho pueblos y a las comunidades de la etnia.

En el nuevo hospital del IMSS-Bienestar donde obreros de la construcción trajinan sin cesar ultimando los detalles del moderno edificio, aún cuelga una lona con un mensaje de agradecimiento a López Obrador, que ya se fue, pero claramente se quedó en la memoria de los yaquis, una tribu a la que se empeñó en desagraviar durante los seis años de su gobierno. En la lona también aparece el nombre de Claudia Sheinbaum, debajo del de AMLO.

 Es posible que no haya en el país otra etnia que haya sido más apoyada por el gobierno federal, que los yaquis y estos lo saben. Por eso la recepción que dieron ayer a la comitiva gubernamental que encabezó el gobernador fue muy especial, con danza y música rituales, con la colorida indumentaria que se reserva para las fiestas grandes; con la presencia de los ocho gobernadores de sus respectivos pueblos a los que Alfonso Durazo reconoció su vocación unitaria, después de muchos años en que la división interna en la tribu se había convertido en el principal obstáculo para la gestión de recursos y para el correcto aterrizaje de los programas federales, estatales y municipales.

 Hay motivos para la fiesta. Ayer se inauguró la primera etapa de un hospital que ya comenzó a atender a los pobladores y en el que se invirtieron 503 millones de pesos: tiene 30 camas censables y 56 médicos y médicas, muchos de ellos cubanos que han llegado a raíz del convenio con el gobierno de la isla y que estarán ahí para ofrecer sus servicios en urgencias, medicina familiar, medicina tradicional, pediatría, ginecología, obstetricia, oftalmología, otorrinolaringología, nutrición, psicología, salud bucal, epidemiología y vacunación.

 El valor de este hospital no tiene que ver tanto con los recursos invertidos, que no son pocos, como con la vocación por el desagravio; con el cumplimiento de compromisos que apuntan a la superación de rezagos y olvidos ancestrales en la etnia. Cualquiera que haya recorrido las calles polvorientas de cualquiera de los ocho pueblos yaquis o sus comunidades, sabe que desde siempre han sido la antítesis del pregón que describe a un Sonora de progreso y desarrollo; de bonanza económica y modernidad.

 En pleno siglo XXI esos pueblos carecían -en muchos sentidos siguen careciendo- de los servicios públicos más elementales: agua potable, drenaje, luz eléctrica y ni qué decir de infraestructura de atención a la salud.

 Por eso ayer, al pueblo no le importó la sensación térmica de 41 grados y el sol cayendo a plomo. Se reunieron bajo una lona que apenas mitigaba un poco el fuego solar, pero no lo suficiente como para evitar los chorros de sudor, especialmente entre las jóvenes danzantes ataviadas con pesados vestidos de colores chillantes, que no se dieron un respiro a la hora de ejecutar su arte.

 Cinco de los ocho pueblos yaquis se ubican en el territorio del municipio de Guaymas y por ello está en el evento la alcaldesa del puerto, Karla Córdova González, a quien ya comienzan a conocer en los medios como la presidenta municipal ‘más chipiloneada’ por los gobiernos estatal y federal, debido a la histórica dispersión de recursos para obras y programas sociales.

 Ella lo reconoce sin regateos, pero es clara cuando precisa que así como su municipio ha sido de los más favorecidos en esos rubros, así había sido el abandono que durante décadas se tradujo en mucha marginación, carencias y pobreza, de las que hoy poco a poco se va saliendo.

 La gestión ha sido clave y en eso también es muy claro el gobernador Alfonso Durazo cuando hace el recuento de las obras, programas y acciones del Plan de Justicia para la Etnia Yaqui. No  escatima el reconocimiento al expresidente López Obrador y subraya el compromiso de la presidenta Claudia Sheinbaum para continuar con ellos.

 En sus palabras ante la gente que se ha reunido para atestiguar el inicio de operaciones de esta primera etapa del hospital, Durazo se detiene un poco para hacer un reconocimiento especial a sus homólogos, los gobernadores de los ocho pueblos, para destacar la unidad que han mostrado en la gestión de recursos para sus comunidades.

 Por eso pide el apoyo de la comunidad, porque es fundamental, asegura, tener la fortaleza que da el apoyo de sus pueblos, “porque a la hora de tocar puertas y gestionar recursos, no es lo mismo un gobernador fuerte, que un gobernador guango”.

 En el evento también estuvieron presentes alcaldes de otros municipios donde se encuentran enclavados otros pueblos yaquis, y funcionarios del IMSS, que acompañaron al gobernador en un recorrido de supervisión por las áreas del hospital que ya están funcionando, y otras que aún se encuentran en construcción, proyectándose que estén listas para diciembre de este año.

 II

No son décadas, sino siglos los que cuentan una historia de omisiones y abandono para la etnia yaqui, que sería lo menos dramática si se compara con la guerra de exterminio a la que sobrevivieron en el ocaso del siglo antepasado y en los albores del pasado.

 Se tiene que reconocer que fue López Obrador el que levantó la bandera del desagravio y en su gobierno se diseñó el Plan de Justicia que hoy se traduce en una paulatina mejoría en las condiciones de vida para la etnia.

 Quedan, sin embargo, muchísimos rezagos que la misma gente se encarga de informar al gobernador a través de cartas manuscritas o impresas entregadas de propia mano, mientras este camina hacia el edificio del hospital. Un recorrido que parece eterno porque a cada paso lo detienen, le entregan las cartas, le comunican de viva voz sus demandas y ya estando allí, aprovechan para pedirle la ‘selfie’ o para rodearlo en grupos que quieren la foto del momento, un momento en el que soplan vientos a favor, sin reclamos airados ni manifestaciones en contra. Hay fiesta en Vícam.

 Colofón

Por allí anda Martín Vélez de la Rocha. En el inicio de la administración de Alfonso Durazo, se desempeñó como subsecretario de Gobierno y fue el responsable del aterrizaje del Plan de Justicia Yaqui. Cajemense que es, conoce la historia y el territorio que pisa.

 Obradorista hasta el tuétano, hoy firma como titular de la Comisión Estatal para el Desarrollo de los Pueblos y Comunidades Indígenas.

 En algún momento, aprovecha para presumir la carta que los ocho gobernadores yaquis le entregaron al expresidente en su última gira. Un documento que relata eso que comentamos al principio, sobre la bandera del desagravio al pueblo yaqui que levantó López Obrador.

 Un documento en el que los gobernadores yaquis lo nombran Jaboi Yo’ owe, que en la lengua significa ‘abuelo mayor’.

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