Columna El Zancudo
Arturo Soto Munguía
El mundo al revés
Jueves 12 de septiembre de 2024
Dicen que es el fin de la República. Que se acabó México, tal y como lo conocíamos y pue’ que tengan razón.
Pue’ también que el anunciado apocalipsis que viene (anunciado por los protagonistas del apocalipsis que se fue, paradójicamente) en realidad no sea sino un giro de 360 grados y antes de que brinque algún amante de la geometría plana, escribí 360 grados para indicar que (casi) todo cambió para quedar (prácticamente) donde mismo.
Me explico. Hace 40 años el pueblo estaba en las calles reclamando cosas como mejores salarios, más empleos, menos impuestos, alto a la represión y al autoritarismo… en fin, cosas que finalmente tenían que ver con la exigencia de una democratización de la vida pública, acaballada por un régimen de partido casi único que hegemonizaba no solo el Poder Ejecutivo, sino también el Legislativo y sin duda, el Judicial.
Costó muchas vidas, muchas luchas, mucha marcha, mitin y plantón; cierre de calles, tomas de oficinas y de tierras, huelgas y paros; pintas, boteo y volanteo, cárcel y desapariciones para miles de inconformes, llegar hasta ese punto en que el partido casi único pasó a ser partido casi extinto.
Fue sin duda una victoria del pueblo transitar ese accidentado camino a lo largo del cual fueron ganándose espacios de participación política, cargos en el gobierno a través de la lucha legal vía los partidos opositores; espacios en medios públicos y privados; ir construyendo instituciones que mal que bien abrieron la puerta a nuevas voces en un espacio donde solo se escuchaba una. Y eso no sucedió gracias al gobierno de aquel entonces, sino a pesar de ese gobierno.
El proceso legislativo para aprobar la reforma judicial propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador, visto con detenimiento tuvo muchos pasajes Déjà vu aunque con nuevos, no tan nuevos y de plano viejos personajes.
Entiendo las ‘razones de Estado’ que llevaron al presidente a sacar a cualquier precio y costo la reforma judicial. El fin último de los partidos políticos es acceder al poder y conservarlo, así sea con métodos que van del consenso a la coacción y llegar hasta la amenaza del uso del aparato judicial para conseguir el objetivo. Sí, qué paradoja: el aparato judicial que se pretende reformar para que ya no esté en manos de intereses políticos.
‘Razones de Estado’ argumentó el PRI para masacrar estudiantes en 1968, lo mismo que para perpetrar el ‘fraude patriótico’ en Chihuahua en 1985. De lo que se trataba era de frenar el avance del conservadurismo y evitar entregar el país a la derecha, la iglesia y el imperio gringo, según el operador de ese episodio, Manuel Bartlett Díaz, entonces secretario de Gobernación. A propósito de viejos personajes.
No alcanza la memoria para recordar las veces que la izquierda, a través de sus muchas organizaciones y partidos tomó las calles y lo edificios o se plantó por meses exigiendo democracia. Muchos de quienes participaron en esas tomas están hoy del otro lado y, ya como gobierno, no dudan en poner en práctica los métodos y las narrativas de las que tanto abominaron en su momento.
Son razones de Estado, me dirán, y tendrán razón. Esas razones fueron las que inmortalizaron la ‘roqueseñal’ o las palabras de Paco Ignacio Taibo II en 2018 que volvieron a sonar hace unos días: “se las metimos doblada”.
Pero pues bueno, así son las transiciones, supongo.
II
Y a propósito de papeles invertidos, en estos días de política rocambolesca y políticos transformers que lavan la sangre de sus manos en las indulgencias negociadas en lo o$curo, conviene recordar que Guillermo Padrés es el único exgobernador que aún trae en el tobillo un dispositivo para geolocalizarlo por si quisiera emprender la graciosa huida.
Viene a cuento este señor porque aún tiene vivo al menos un juicio por defraudación fiscal equiparada. Una fianza de 100 millones de pesos le permitió la libertad condicional, y milagro$amente libró otros procesos por delincuencia organizada y lavado de dinero.
Padrés es solo la cabeza de una falange del PAN que en el gobierno actuó como si fuera una célula del crimen organizado. Él mismo endilgó a sus compinches el zahiriente epíteto de “Huichos Domínguez”, ‘asustado’ por la velocidad de vértigo con que pasaron a incrementar sus fortunas personales varios de sus principales funcionarios, que por cierto eran sus amigos y sus amigos, a confesión de parte, fueron siempre su debilidad.
La PGR de aquel entonces metió al bote a algunos de ellos, a otros les cayó encima la justicia estatal y pasaron diferentes lapsos a la sombra, de donde salieron tras gastar sumas millonarias que, considerando lo robado, fue como quitarle un pelo a un gato.
Por avatares de esa política rocambolesca, algunos no solo siguen libres, sino que hoy se dan el lujo de pontificar sobre políticas públicas y buen gobierno y pretenden dar clases de honestidad, moralidad transparencia y respeto a la libertad de expresión, materias en las que fueron, en su oportunidad como gobernantes, señores de horca y cuchillo.
Pero pues así está la cosa. Los Yunes que ayer eran la encarnación viva del demonio de la corrupción y el atraco, hoy están en el pedestal de los héroes, de la misma forma que algunos padrecistas, aunque estos aún no llegan a pedestal alguno.
III
Afortunadamente hay mejores cosas que comentar, porque si de buenos gobiernos hablamos, el del Toño Astiazarán en Hermosillo alcanzó un máximo histórico de confianza ciudadana, según datos del INEGI.
La más reciente Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental ubica a Hermosillo como la segunda ciudad que más elevó la percepción de confianza ciudadana en su gobierno en todo el país.
Los datos de esa encuesta muestran que las y los hermosillenses identificaron mejorías en la calidad de los servicios y la inversión en obra pública en estos primeros tres años de la administración de Astiazarán, que por cierto están siendo detallados por los diferentes titulares de áreas de su gobierno, para ir preparando el terreno rumbo a su tercer informe.
IV
Otro que no baja el ritmo y también tiene enfrente su tercer informe es el gobernador Alfonso Durazo, que ayer entregó otras 3 mil 500 becas a estudiantes universitarios, dándole continuidad a lo que ya pinta como uno de los programas señeros de la actual administración.
Además de las becas, a los jóvenes estudiantes de educación superior se les entregó igual número de chips de telefonía celular con llamadas, mensajes y redes sociales ilimitadas, así como 7 GB de internet al mes, suministrados por la Red de Internet del Bienestar como parte de un plan para estudiantes que estará vigente cada semestre.
Más de 25 mil estudiantes de universidades públicas serán los beneficiados con este programa en el que se han invertido más de 17 millones de pesos.
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