No hay parto sin dolor I

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Columna Olor a Dinero

Feliciano J. Espriella

No hay parto sin dolor I

Viernes 30 de agosto de 2024

Hace casi seis años se inició la gestación de un México nuevo. Un país en el que no existirá la corrupción, la impunidad, las desigualdades, la marginación y la pobreza; una nueva nación en la que se respeten los derechos humanos y en la que la justicia no sea privativa sólo de quienes pueden pagarla; que todos los mexicanos tengamos derecho a la salud, la seguridad y la educación gratuita y de calidad; un país humanitario que cobije a sus adultos mayores, cuide y proteja a sus mujeres, que aliente y estimule a su niñez y les asegure espacios a las minorías con pensamiento y diversidad de preferencias.

La gestación ha sido larga, incómoda y ya ha causado dolor en algunas partes de la anatomía representada por todo nuestro país, pero no ha terminado; como decía un antiguo y conocido conductor de televisión de los ochenta: “aún hay más”.

Las siguientes etapas de gestación muy probablemente generen más incomodidades, más contratiempos y más dolor, que incluso podría extenderse a todo el organismo, pero seguramente no serán mayores a trances que ya hemos vivido en el pasado.

El futuro inmediato pinta un tanto incierto. Lo más probable es que las turbulencias económicas que hemos conocido en los últimos meses no sólo continúen, sino que se agudicen. Las presiones tanto internas como externas se intensificarán y podrían provocar mayores devaluaciones del peso, aunque afortunadamente nuestras reservas de divisas evitarían devaluaciones abruptas.

Sin embargo, hablando metafóricamente, los mexicanos ya hemos parido cuates muchísimas veces en medio de los más intensos dolores y sabemos que al final se acaban y terminamos fortalecidos. Quienes ya tenemos un buen de años dando lata en este planeta, acumulamos en nuestra memoria una multitud de sucesos en los que llegamos a sentir que se desmoronaba el mundo y se nos venía encima. Pero aquí seguimos. Haré un poco de historia:

En lo personal, considero que una de las más álgidas y traumantes situaciones que hemos vivido los mexicanos, se dio de septiembre a noviembre de 1976.

La tarde del 31 de agosto de 1976, a escasos tres meses de concluir el régimen que encabezó Luis Echeverría Álvarez, el entonces secretario de Hacienda, Mario Ramón Beteta, en cadena nacional hizo el siguiente anuncio: “considerando que la paridad fija es una ‘camisa de fuerza’ para nuestra economía, el Gobierno Mexicano determinó poner a flotar el peso”, para, según dijo, que fuera el mercado el que fijara su auténtica paridad en relación con el dólar.

Después de mantener una paridad fija de 12.50 pesos durante 22 años, se elevó drásticamente para quedar en 19.10 pesos por dólar, una devaluación de 57.6%. El 11 de septiembre de 1976, el régimen echeverrista estableció la paridad en 19.70 pesos a la compra y 19.90 a la venta. Un mes después, el precio llegó a 27.97 por dólar, para bajar a final de año a 19.95. La inflación de 1976 se disparó a 27.20%.

Los meses siguientes a la devaluación fueron verdaderamente de locura, y la nación se volvió un volcán a punto de explotar, con grandes movilizaciones no sólo en la banca y el comercio, también se organizaron mítines de protesta en todo el país. El presidente Echeverría se dedicó a recorrer todo nuestro territorio a manera de despedida pronunciando encendidos discursos en los que arremetía contra enemigos imaginarios.

El 15 de noviembre de 1976, el gobierno anunció un aumento a los precios de la gasolina, el diésel, el gas y el servicio eléctrico. Cuatro días después, el 19 de noviembre, emitió un decreto expropiando 75 mil hectáreas de tierras fértiles en el Valle del Yaqui.

Al día siguiente, el 20 de Noviembre, aniversario de la revolución y a 10 días del cambio de gobierno, México era un polvorín y el pánico se sentía en el ambiente de todo el territorio nacional. La rumorología incrementaba los temores de la población, se manejaban versiones que oscilaban desde la posibilidad de un magnicidio orquestado por Echeverría para perpetuarse en el poder, hasta un golpe de estado dirigido por el general secretario de la Defensa Nacional Hermenegildo Cuenca Díaz, quien presuntamente asumiría la presidencia de la República.

El ambiente político y económico no podía ser más grave. Pero llegó el 1o de diciembre, José López Portillo y Pacheco tomó posesión como presidente de la República y comenzó un proceso de recomposición de las heridas abiertas y las relaciones de gobierno – iniciativa privada.

Al tercer año de su gobierno, el empresariado, la clase política y la población en general aplaudían su gestión y se alistaban para disfrutar el paraíso prometido por el primer mandatario, quien, en un momento de euforia llegó a decir que debíamos prepararnos para administrar la abundancia.

Por ahí un dirigente de las cúpulas empresariales dijo en alguna reunión: “Con otro presidente como éste ya la hicimos”.  Nadie sospechaba lo que sucedería el último año de su gobierno. Pero ese es un tema para la próxima entrega.

Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.

Twitter: @fjespriella

Correo: felicianoespriella@gmail.com

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