Convencida de que el verdadero futurismo mexicano se construye con las manos, la artista Valeria Corona Berlanga emprendió el proyecto Tragaluz, con el que propone enlazar nuevos materiales a los oficios tradicionales para lograr, juntos, lo inimaginable: tejer la luz.
Explica que esta iniciativa es un espacio de encuentro, exploración y experimentación entre maestros artesanos y otros artistas y diseñadores, un laboratorio para preservar saberes y técnicas ancestrales y, al mismo tiempo, generar otro tipo de estética contemporánea.
La luz es la principal materia prima de esta propuesta, la cual tuvo ya su primera expresión en la obra Tramaluz, un tejido hecho en telar de cintura con filamentos de pequeños diodos (leds), que se iluminan mediante electricidad.
Esta pieza es resultado de la colaboración entre Valeria Corona y la tejedora tsotsil Juliana Pérez, originaria de la comunidad de Nachig, Zinacantán, Chiapas, y forma parte de las 64 obras de la exposición Arte/Sano entre artistas 7.0, que de noviembre a febrero fue presentada en el Museo de Arte Popular, en la Ciudad de México, y que hasta el 15 de junio se mantiene en el Museo Salvador Almaraz, en Irapuato, Guanajuato.
Nacida en la ciudad de Puebla en 1995, hija de padres artistas, la también diseñadora textil destaca que con este proyecto se busca, asimismo, reducir la brecha de desigualdad social entre los artesanos del país.
Los maestros merecen una vida digna según lo que ellos decidan, no las condiciones a las que se les ha orillado sistemáticamente, destaca. Por otra parte, pensamos que no siempre habrá los materiales naturales con los que se trabajan las técnicas y que en esta exploración podemos encontrar alternativas experimentales que den paso a gestar una nueva estética que retoma el pasado para construir el porvenir; un nuevo futurismo mexicano que está orgulloso de su origen, pero mira hacia un nuevo horizonte.
Una de las piedras angulares del proyecto Tragaluz: obras de luz (disponible en tragaluz.webflow.io) es que la innovación no está reñida con la preservación, menciona Valeria Corona, quien asume como fuente de inspiración lo demostrado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez con el Museo Nacional de Antropología.
Él aclaró que no iba a inventar el hilo negro porque los arquitectos prehispánicos ya habían resuelto muchas cosas. Entonces, su planteamiento fue qué habrían hecho los mayas o mexicas con los materiales actuales, agregó.
“Bajo la tesis que propone el arquitecto, pienso qué harían los maestros artesanos que resisten, porque estas tradiciones han sido indiscutiblemente una forma de resistencia frente a lo que ahora existe en el mundo. Si no fuera por ellos que están presentes, ¿qué sería de nuestro patrimonio y nuestra identidad cultural?
¿Qué pasa si juntamos todo ese conocimiento ancestral, toda esa maestría y dominio de las habilidades más finas que sólo viven en las manos, la mente y el corazón de los maestros que están vivos? ¿Qué debemos hacer para que los jóvenes también quieran participar, que tengan la libertad de hacer las técnicas suyas, para entonces inventar lo que se les ocurra?
Según la creadora, es maravilloso que las propuestas tradicionales existan y persistan, pero está convencida de que también puede haber un espacio respetuoso de identidades o nuevas visiones. Es lo que nos motiva y nos hace querer seguir explorando: qué otras técnicas podemos intervenir.
Valeria Corona aclara que, no obstante su formación profesional, este proyecto no se limita sólo al terreno de los textiles, sino que está abierto a otros saberes y técnicas artesanales tradicionales, como la alfarería, por lo que ya trabaja en nuevas obras.
Precisa que eligió la luz como material porque ha sido un elemento muy presente en su formación desde la infancia, además de la inquietud que le sembró un taller de la diseñadora Margarita Cantú para trabajar un textil a partir de la búsqueda del reciclaje y el uso de otros materiales que no son textiles.
“Retomando la formación en casa sobre la importancia de la luz, ésta es una herramienta y también algo muy simbólico; puede ser muy fría y hasta violenta o cálida y hacerte sentir bien. Creo que esta exploración, al final, me llevó a deducir que sí existen materiales lumínicos o que reflejan la luz que se pueden tejer. Ésta (la obra Tramaluz) fue la primera apuesta a demostrar esa hipótesis.”