El estadio Cd. de los Deportes, entre figuras de Anselmi y una marea azul

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Ciudad de México. En las calles de la colonia Nochebuena, la imagen del entrenador de Cruz Azul, Martín Anselmi, se reproduce en cientos de paletas de cartón. Es el reflejo de las luchas, los anhelos y la identidad de quienes lo alientan y lo siguen. El argentino emerge como una figura que va más allá del terreno de juego. Un líder que desafía el dominio que ha impuesto el América en finales de la Liga Mx, con la búsqueda de una identidad para su equipo.

“¡Azuuul, Azuuul!”, los gritos de quienes llegan al estadio Ciudad de los Deportes en Metrobús, servicio de taxi por aplicación o caminando desde estaciones cercanas resuenan con más fuerza conforme pasan las horas. En sus palabras y acciones, los seguidores de La Máquina han recuperado la ilusión de ganar un nuevo campeonato. No es solamente una cuestión de rivalidad, sino la esencia misma de ajustar cuentas con el rival que los ha vencido en tres instancias como ésta.

“Este equipo nos recuerda por qué nos gusta tanto el futbol”, dice la señora Ernestina, acompañada de sus dos nietos “Hace mucho que no sentíamos esta confianza, usted lo puede ver en las calles. Hay camisetas por todos lados”. Su relato resume lo que ocurre alrededor. Familias enteras vestidas de celeste, ante una pequeña corriente de banderas americanistas. El clásico joven a menudo distingue ese tipo de conexiones, cada una con su propia identidad.

A diferencia de lo que ocurre en el Azteca, todas las rutas hacia el poniente de la capital del país están pintadas de azul. El aumento en el precio de los boletos produjo cientos de quejas en redes sociales, pero ahora, con el partido de ida tan cerca, ya no es un tema de conversación tan frecuente. Cerca de mil 700 elementos de seguridad vigilan desde diferentes puntos la actividad de los revendedores, que ofrecen entradas en la parte más alta en 2 mil pesos y hasta 8 mil en la parte de abajo.

Algunas personas hablan de no mezclar las situaciones actuales con las del pasado. “Es una nueva historia”, asegura don Fernando y más de uno de sus acompañantes asiente. Quedan 180 minutos para comprobarlo.

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