Zacatecas, Zac. La energía “verde” no existe. La humanidad se encuentra aún lejos de poder incidir en la reducción del calentamiento global y disminuir los efectos del cambio climático, debido a que “no estamos ante una transición energética, sino que países, gobiernos y las empresas, sólo estamos sumando nuevas tecnologías, como la eólica, solar, geotérmica, hidráulica, pero no estamos abandonando las anteriores. No es en realidad una transición, sólo es un paso donde se suman nuevas tecnologías”.
Advierte Aleida Azamar Alonso, docente investigadora de la UAM Xochimilco, experta en temas de extractivismo, ecología y energías alternativas, autora del libro El multicolor de la energía, desafíos y alternativas para la transición energética, -presentado la primer semana de mayo-, quien planteó críticamente, cómo nuestro actual modelo económico capitalista, “tiene límites para repartir energía para todos”, pues a final de cuentas, reflexionó, “¿Quiénes son los más beneficiados en estos procesos? ¿Por qué se habla tanto de transición energética, pero no de energía para todos?.
En entrevista para Radio UNAM -compartida a La Jornada por la autora-, planteó la especialista que en el mundo no hemos dejado de utilizar carbón, madera y petróleo, y cada vez usamos más energía como civilización. Intensificamos y usamos más, combustibles fósiles, y en este contexto, “los paradigmas de la energía del pasado, ya no parecen sostener el futuro, porque la degradación ambiental, ya está instalada en casa, no está tocando la puerta”.
Como ejemplo, expuso, para generar energía eólica, se requieren bastantes minerales y concreto, mucha agua, y estas nuevas tecnologías se ponen en operación, “para seguir alimentando un sistema político y un sistema económico global, y todos esos recursos naturales, se siguen extrayendo de los países periféricos –como México-, que no se benefician de esto”.
“Esta energía que utilizamos, este petróleo que usamos, esta madera y ahora las eólicas o hidroeléctricas, están en un circuito, donde siempre vamos a tener algo de desecho, y aquí es donde se produce la entropía, seguimos contaminando y habrá que ver, en que parte del planeta se queda esa contaminación y todo ese daño ambiental”.
Por eso, planteó Azamar Alonso en forma contundente: “no estamos ayudando mucho a reducir el cambio climático, simplemente añadimos nuevas tecnologías y evidentemente eso sólo es para que unos cuántos se beneficien”.
El libro “El multicolor de la energía, desafíos y alternativas para la transición energética”, Azamar Alonso desglosa en varios capítulos: el Contexto mundial de la energía; las Transiciones energéticas de la humanidad; La transición energética desde otra mirada; los Minerales esenciales para la transición energética; el Tablero geopolítico por los recursos naturales estratégicos y El otro costo de las tecnologías para la transición energética.
Y mediáticamente, la autora expone cómo, en el discurso, “la energía nos la han vendido verde, sustentable, sostenible, del color de la naturaleza”.
Pero, por otro lado, en muchos lugares se ve como algo completamente negativo, pero aun así necesario, porque requerimos la energía para toda nuestra vida cotidiana, sin ella no podríamos usar computadoras, celulares, y múltiples cosas. Aunque se obtenga de energía renovable, pero aún sigue utilizando materiales o tecnologías contaminantes, como los aerogeneradores.
En la sinopsis oficial de la UAM Xochimilco, se plantea que ésta obra, una coedición de esa universidad, junto con el Fondo de Cultura Económica y la fundación Rosa Luxemburgo Stiftung, “no es simplemente un libro, es una invitación al análisis de lo más profundo de los procesos políticos, económicos, sociales y culturales que ha formalizado la transición energética como actualmente la ejercemos”.
“En este libro se demuestra que más allá de los aspectos técnicos y las supuestas bondades de este tema, existen entresijos, conflictos y riesgos que deben ser valorados antes de celebrar las luminosas promesas de un futuro más verde y sostenible, pues hay oscuros matices que esconden las secuelas del extractivismo y la monopolización de las tecnologías para el aprovechamiento de los recursos renovables”.
Con su trabajo, la investigadora en cada capítulo, “nos muestra una nueva capa de complejidad y nos introduce a distintos aspectos: desde la extracción de minerales hasta las tensiones internacionales que se ciernen sobre la existencia de las materias primas necesarias para la transición”.
Asimismo, nos explica cómo estas dificultades impactan en nuestra capacidad para implementar soluciones energéticas que sean verdaderamente sostenibles y no perpetúen las desigualdades y los daños ambientales que ya han sido provocados por el sistema actual. “Más que un diagnóstico, la obra nos enfrenta a la encrucijada que supone la transición energética en un mundo donde la justicia socioambiental y la equidad, se entrelazan intrínsecamente con nuestra manera de entender y llevar a cabo dicha transición”.