Trump llama a la policía a doblegar a los ‘lunáticos furiosos’ que protestan en los campus

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Donald Trump no tenía tiempo que perder este miércoles, día que le dieron libre en el juzgado de Nueva York en el que se enfrenta a un proceso penal, el primero contra un expresidente estadounidense, por el pago a la estrella de cine porno Stormy Daniels para comprar su silencio. Era la primera vez desde que comenzó el juicio en la que el candidato republicano, que está obligado por el derecho procesal a sentarse cada día en el banquillo, tenía tiempo para hacer campaña, así que no dio un mitin, sino dos: el primero, en la localidad de Waukesha, en Wisconsin, y el segundo, al caer la tarde, en Freeland, Míchigan. Ambas paradas están en el corazón de dos Estados decisivos, y prometen ser la clase de escenarios en los que se resuelvan en noviembre las elecciones que lo enfrentarán contra el presidente Joe Biden.

En los dos lugares, separados por el lago Míchigan, aprovechó para referirse a las protestas estudiantiles que han tomado campus universitarios por todo el país contra la guerra de Israel en Gaza y que en la madrugada de este miércoles desembocaron en un desalojo en Columbia, así como en unas 300 detenciones, mientras la universidad de Los Ángeles registraba violentos altercados. Trump invitó a la policía a doblegar a esos “lunáticos furiosos, simpatizantes de Hamas”. “Hay muchas fuerzas negativas en este país”, dijo en Wisconsin. “A los decanos de universidades les recomiendo: eliminen los campamentos de inmediato, derroten a los radicales y recuperen nuestros campus para todos los estudiantes normales que anhelan un lugar seguro donde aprender”, añadió el magnate republicano.

El expresidente ha empleado en estos días esas protestas para tratar de restar importancia a las explosiones de violencia de la extrema derecha que definieron el arranque de su mandato, especialmente, la marcha de supremacistas blancos que dejó tras de sí un muerto y 40 heridos en Charlottesville (Virginia) en el verano de 2017. El entonces inquilino de la Casa Blanca evitó condenar a los neonazis con una frase que pasó a la historia: “Había gente muy buena en ambos lados”, declaró.

Trump llegó este miércoles primero al centro de convenciones de Waukesha, donde lo esperaba una multitud, que, según los medios de Milwaukee, hizo cola durante horas, deseosa de ver con sus propios ojos en su pequeña ciudad del Medio Oeste (70.000 habitantes) a uno de los hombres más famosos del planeta. Llegaba a Wisconsin por segunda vez en un mes, y lo hacía aupado por las encuestas: según un sondeo local, le saca, a seis meses de las elecciones, dos puntos a Biden en ese Estado. El condado de Waukesha votó en 2020 republicano.

Durante una hora y media, Trump dio uno de sus característicos discursos improvisados en los que, sin embargo, se repiten los mismos temas, los argumentos inconexos y hasta los chistes. Habló de inmigración y de la gestión de la actual Administración de la frontera con México ―”llegan desde los países más pobres y con mayor criminalidad de todo el mundo”―; alertó de que Biden subirá los impuestos si gana en las urnas, y de que eso “conducirá a la destrucción de este país”; y dio a entender que los refugiados palestinos reasentados en Estados Unidos traerán la “yihad”. Este último argumento lo llevó a lanzar una de sus promesas favoritas, la de organizar “la deportación más grande de la historia”.

No dejó pasar la oportunidad de atacar al juez del caso Stormy Daniels Juan Merchan, que el martes le puso una multa multa por desacato de 9.000 dólares por nueve comentarios en sus redes sociales que, consideró el magistrado, violaban una orden mordaza que este había dictado. También le amenazó con una pena de prisión si decide seguir violándola.

“No hay ningún delito. Es un juez corrupto. Totalmente conflictivo”, dijo el candidato republicano, que insistió en en definir ese proceso y los otros tres penales que tiene pendientes como maniobras de “interferencia electoral”. Esa obligación de silencio le prohíbe hacer declaraciones públicas sobre testigos, miembros del jurado y otras personas relacionadas con su caso, pero el acusado es libre de criticar a Merchan, y así lo hizo.

“No tengo permitido hablar de ciertas cosas; es algo que carece de precedentes”, se quejó a sus simpatizantes en un tono diferente al que describen los asistentes al tribunal de Manhattan donde cada día escucha a los testigos con una mezcla de irritación y desidia, una actitud que a veces incluye quedarse dormido en el banquillo de los acusados.

Cuando hubo terminado en Waukesha, el expresidente abordó el avión de su campaña, el Boeing 757 que le gusta llamar el “Trump Force One”, rumbo a Freeland, en el centro del Estado de Míchigan, donde concedió el segundo mitin de la tarde a los pies de las escalerillas de la aeronave, con la que hizo una de sus dramáticas entradas en escena. De nuevo, la muchedumbre lo aguardaba ansiosa.

No varió demasiado el guion del segundo pase del show. Definió el caso Stormy Daniels como “el juicio de Biden”; expresó sus deseos de militarizar la frontera Sur; y fantaseó conque ninguno de los conflictos que agitan el tablero geopolítico (Gaza y Ucrania) habrían estallado de estar él al mando. También abrió una ventana a cómo será un segundo mandato si recupera en noviembre las llaves de la Casa Blanca, como hizo en una entrevista publicada esta semana en la revista Time. En ella, la primera con un medio escrito en mucho tiempo, ordenó alguna de las ideas que espolvorean sus mítines. Y, de nuevo, agitó el fantasma de la violencia política si no gana en las urnas.

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