Las conferencias antes de los grandes combates de boxeo tienen mucho de teatralidad. Los adversarios se amenazan, son bravucones y en sus versiones más contenidas al menos se lanzan miradas como cuchillos.
Todo seguía el curso convencional de este tipo de actos en el hotel casino MGM Grand de Las Vegas, hasta que De la Hoya tuvo su turno en el estrado. Dijo que esta pelea representaba el cambio de estafeta para el boxeo mexicano y mundial. Para darle mayor filo a sus palabras agregó que estaba ahí para promover a Munguía y ante todo respetaba la carrera del Canelo, pero que sería irresponsable no responder al pelirrojo por todas las faltas de respeto que le ha dirigido en los meses recientes.
“(Canelo) Parece tener problemas para recordar quién lo ayudó a convertirse en una estrella mundial”, le reclamó De la Hoya.
“Sí, me he enfrentado a desafíos en mi vida, he necesitado rehabilitación varias veces y he tocado fondo, pero eso no cambia que la empresa Golden Boy construyó la carrera de Canelo y esa compañía siempre ha llevado mi nombre, así que te exijo un poco de chingado respeto”, le gritó al campeón mexicano.
Álvarez enrojeció de ira. Y mientras De la Hoya leía su diatriba contra el mexicano, empezó a vociferar que De la Hoya era un imbécil y que ni siquiera era capaz de escribir su propio discurso. Canelo se levantó amenazante y se fue a encarar al promotor de Munguía con claras intenciones de confrontarlo, pero los organizadores se interpusieron para evitar que aquello se saliera todavía más de cauce.
En su turno, apenas tuvo el micrófono, Álvarez abrió fuego contra su ex promotor, a quien demandó en 2020 por 280 millones de dólares por incumplimiento de contrato y sin dar tregua disparó:
Para este imbécil que tengo acá al lado, dijo en alusión a De la Hoya; “tengo que decirle que llegué a Estados Unidos ya siendo Canelo. Sólo le di a ganar dinero, lucró con mi nombre. Ese promotor sólo se dedica a robarle a los boxeadores. ¿Acaso ya le pagaste lo que le debías a Gennady Golovkin? –preguntó el pelirrojo–. A mí me pagaste gracias a que intervinieron mis abogados. No te interesa promover la carrera de Munguía, sólo vienes a robarle el foco de atención, sólo te interesa el dinero fucking asshole”.
De la Hoya aplaudía divertido como si hubiera conseguido su cometido: sacar de sus casillas al monarca mexicano. El ambiente lucía incómodo para lo otros convocados. En medio de la trifulca, el joven Munguía miraba hacia un lado y otro, confundido, como si este tipo de peleas fueran algo ajeno e incivilizado distinto a lo que acostumbra hacer en un cuadrilátero regido por reglas muy estrictas.
Después de este espectáculo, hablar de la pelea entre los dos boxeadores parecía una cita para una charla entre amigos. Canelo elogió la carrera y el nivel de Munguía, pero dejó claro que se preparó para no darle posibilidades de una sorpresa. Incluso cuando reconoció la juventud y fuerza del tijuanense de 27 años, anticipó que venía a demostrar quién manda. No me importa si es joven o viejo, dijo Álvarez; “Soy el Canelo y tengo mi experiencia, mis habilidades y soy un boxeador muy distinto a todos”.
Desde que se firmó esta pelea, Munguía ha sido muy mesurado al referirse al campeón, lo hace casi con un respeto reverencial, pero quiso aclarar que no es lo mismo tratarse abajo del cuadrilátero que en pleno combate. Los caballeros dejan las formas cuando se enfundan los guantes sobre la lona.
“Yo crecí viendo a Canelo y lo respeto por lo que ha hecho. Sé que piensa que va a ganar y que puede noquear, pero yo tengo los mismos pensamientos. Todo el respeto que nos tenemos desaparece en el ring, porque ahí sólo se trata de pelear, es boxeo y los dos queremos ganar. Eso es otra cosa”, remató Munguía.