Mazatlán, Sin. ¡Un minuto para la totalidad!, gritó una voz desde el altavoz del escenario. El anuncio causó el júbilo en las miles de almas que se concentraron en el parque de Las Ciudades Hermanas de este turístico punto del Pacífico. Expectantes todos observaban el cielo con gafas especiales para contemplar el eclipse.
A las 11:07 (hora local) la Luna, la Tierra y el Sol se alinearon, dando paso a lo que alguno calificó de danza cósmica.
En el momento del cenit, las gafas protectoras ya no fueron necesarias en esta ciudad, uno de los pocos sitios del mundo donde el eclipse fue total, lo que permitió verlo directamente por los cuatro minutos que se prolongó la totalidad. Ahí llegó un éxtasis que se expresó en un cúmulo de reacciones y emociones.
¡Mira que belleza, mira que belleza!, dijo una mujer temblando y con la voz entrecortada a su hijo adolescente que se aferraba a su mano como cuando era un pequeño que necesitaba de la protección materna. Intentó contenerse, pero rompió en llanto sin dejar de mirar el cielo.
Las tamboras, las percusiones y el trombón característicos de la música de banda –recientemente denostadas a causa de sus bullangueros tonos por turistas extranjeros y un poderoso empresario del estado que pidieron su extinción– aguardaban expectantes el fin del fenómeno para comenzar con los acordes de este tradicional género de la región.
Cuando la oscuridad total surgió, el grito fue ensordecedor. Una ennegrecida Luna, coronada por un halo de un blanco tan brillante que por momentos lucía casi planteado se posó en el punto más alto del cielo y proyectó su sombra sobre Mazatlán.
Primero vino la algarabía y, al paso de los minutos, una calma expectante que sólo se rompía con voces, rugidos o acciones con las que se intentaba describir las sensaciones. Era difícil poner en palabras ese mágico instante. Se transitaba del silencio al bullicio en segundos.
La tierra del trombón y la tambora fue uno de los pocos sitios del mundo donde el fenómeno astronómico se observó en su totalidad. Foto José Carlo González
No mames, güey, no mameees!, decía un fotógrafo veterano –que no perdía atención a su lente ni un instante– a su colega, que también lucía hechizado en medio de la breve oscuridad que permitió la aparición de algunas estrellas y del planeta Mercurio.
La gente no daba crédito, sobre todo los más jóvenes, que nunca habían presenciado un fenómeno como éste.
“Es la primera vez que veo un eclipse (total) de Sol. ¡Fue increíble! ¡Fue asombroso! Comencé a sentir como una alegría y me dije: ‘¡Guau!’ La persona con la que venía se puso a llorar, porque fue un momento muy especial”, narró Eva, de 27 años y estudiante de ingeniería química en la Universidad Nacional Autónoma de México, quien viajó desde la capital del país. Debido a su juventud, calculó que verá el siguiente en 2052: Sí, voy a llegar.
La temperatura ambiental descendió al mismo tiempo que apareció oscuridad total. Un viento frío soplaba mientras las aves volaban desconcertadas y en una misma dirección: hacia tierra.
A la par, en el horizonte, sobre el mar del Pacífico, asomaban los rosados tonos del aura que iluminaron en la intersección entre el mar y el cielo. El evento impactó en las mareas, que ligeramente crecieron.
Una alineación extraordinaria, poco habitual, que suele repetirse en un mismo territorio con muchos años de distancia. En México no sucederá sino hasta dentro de 28 años: el 30 de marzo de 2052.
Como carnaval
Desde el escenario, donde se amenizó la primera etapa de la parcialidad con música de cámara que ha sonorizado icónicas películas de ciencia ficción desarrolladas en el cosmos, como El Danubio azul, que acompañó una escena de 2001: Odisea del Espacio, o parte del soundtrack de La guerra de las galaxias, el científico explicaba al altavoz el proceso: apenas segundos antes de la totalidad apareció el anillo de diamantes. En los cuatro minutos del cenit se pudo testificar la aparición de la corona solar, el brillante aro que coronó la Luna. Un eclipse es –se detalló– el único momento para que los científicos puedan estudiar esta parte de nuestra estrella, pues en días habituales el ardiente brillo de su superficie impide su análisis.
En Mazatlán se vivió un segundo carnaval del año, pero ayer se dedicó a un fenómeno que alentó la curiosidad científica de miles en el mundo.
La fiesta se extendió a lo largo de los puntos más emblemáticos del malecón, aunque también en espacios como azoteas de altos edificios, donde se realizó observación, como la de los miembros de la Sociedad Astronómica e Investigación Charles Messier.
Verónica Ramírez, astrónoma aficionada e integrante de este grupo, presenció su segundo eclipse total de Sol. Aquel 11 de julio de 1991 –el último suceso así que se vio en México– era apenas una niña. Casi 33 años después, finalmente el día llegó: Se veía lejos, pero fue corto el momento para llegar aquí.
Observó una gran diferencia entre 2024 y 1991: hoy la tecnología fue su aliada y permitió no sólo captar imágenes y videos con teléfonos móviles, potentes cámaras digitales y especializados instrumentos de observación, hubo además transmisiones en vivo en redes sociales y canales de Internet.
Al otro extremo de la ciudad, junto a la laguna mazatleca, Natalie Gallón, colombo-estadunidense, vivió otra experiencia. Prefirió la tranquilidad de una zona poco concurrida.
Prácticamente a solas viajó en sus propias reflexiones: No paro de llorar, estoy superemocional. Las aves volaron (hacia tierra). Acá se vio como un atardecer. Todo se puso supercalladito; fue un bello silencio.
Logró captar en video el vuelo en parvada de las aves y cuando lo hacía, una libélula se posó sobre su celular y ahí se quedó inmóvil casi durante toda la oscuridad.
Cuando la luz reapareció, los pájaros volvieron al aire, empezaron a cantar, a comer. ¡Muy lindo, hermoso! !¡Qué emoción, guau! Me están dando escalofríos (al narrar la experiencia). La ciencia es exacta, a las horas precisas que dijeron que pasaría todo, sucedió; todo se movió en orden. ¡Una belleza!
De acuerdo con las autoridades locales, Sinaloa recibió 750 mil visitantes para el eclipse. En Mazatlán se dieron cita personas de todos los puntos del país y allende las fronteras.
Tras los cuatro minutos de totalidad, no podía ser de otra manera, la tradicional música de banda se escuchó en altos decibeles desde los altavoces. Los acordes de El sinaloense empezaron y al mismo tiempo se inició el bailongo, que dio paso a la segunda parcialidad del eclipse, la parte final.