“Recorrí siete supermercados y cinco farmacias en un día. En ninguno encontré repelente. Es una vergüenza. Y el presidente, en silencio”, protesta una mujer a la salida de una cadena de tiendas en Buenos Aires.
La escena tuvo lugar en el barrio porteño de Villa Crespo, pero se repite en gran parte de Argentina. En medio de la peor epidemia de dengue en la historia del país, hay escasez de repelente, las áreas de urgencias y atención prioritaria de los hospitales están saturadas y el Ministerio de Salud aún no define una campaña de vacunación.
“Tenemos epidemia de dengue y la gente no conoce al ministro de Salud”, denunció el senador y presidente de la Unión Cívica Radical (UCR), Martín Lousteau, en una entrevista con Diego Sehinkman en el programa Solo una vuelta más, del canal ‘TN’, el pasado 1 de abril.
Los cuestionamientos de la sociedad apuntan, principalmente, a la falta de una campaña oficial de prevención.
Con más de 180.000 casos de dengue y 130 muertes desde julio de 2023, el Gobierno actual, encabezado por el libertario Javier Milei desde diciembre, apenas comparte publicaciones sobre la enfermedad en sus redes sociales, pero no comunica a través de los medios. Esto se debe a que dos días después de su posesión como presidente de Argentina, Milei anunció la suspensión por un año de la pauta oficial.
En contextos de crisis sanitaria, como la que atraviesa Argentina actualmente por la epidemia del dengue, y, como hace cuatro años con la pandemia del covid-19, la pauta del Estado es fundamental para fomentar campañas de prevención, ya que permite llegar a un público más amplio a través de los medios de comunicación.
En consecuencia, la falta de información lleva a la desinformación.
Hay una vacuna disponible contra el dengue (Qdenga, del laboratorio Takeda), pero el Gobierno ha descartado incluirla en el calendario gratuito nacional en el corto y mediano plazo y deja en manos de los ciudadanos su aplicación. Además, puso en duda su eficacia, pese a la recomendación de expertos de la Comisión Nacional de Inmunizaciones -organismo que asesora a las autoridades sobre aspectos relacionados con vacunas- de avanzar en la implementación de una estrategia focalizada de vacunación.
Tras fuertes críticas por su silencio en medio de la epidemia, el ministro de Salud, Mario Russo, declaró en una entrevista c el pasado 2 de abril que la vacuna Qdenga “no es una herramienta que esté validada para controlar la transmisión de la enfermedad en el contexto del brote”.
De todos modos, en octubre pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó la vacuna para menores de 4 a 16 años.
“Se ha demostrado que la vacuna tetravalente contra el dengue con virus vivos atenuados (TAK-003) que fabrica los laboratorios Takeda es eficaz contra los cuatro serotipos del virus en niños de 4-16 años seropositivos en el momento del inicio del estudio de países endémicos y contra los serotipos 1 y 2 en niños seronegativos en el momento del inicio del estudio”, indicó la OMS en un comunicado.
El Grupo de Expertos en Asesoramiento Estratégico sobre Inmunización (SAGE) recomienda “que se valore la posibilidad de utilizar esta vacuna en los lugares con una elevada carga de dengue y una alta intensidad de transmisión, a fin de lograr el máximo impacto en la salud pública y reducir al mínimo cualquier posible riesgo para las personas seronegativas”.
La presidenta del SAGE, la científica finlandesa Hanna Nohynek, aseguró que la vacuna “tiene un gran potencial, en un momento en el que muchos países están sufriendo grandes brotes de la enfermedad y la situación empeora con el cambio climático”.
Diferencias de opinión de los expertos
Ante el aumento de los casos y el colapso en los hospitales, los médicos infectólogos en Argentina cada vez son más consultados sobre la seguridad de la vacuna y si es capaz de contener el brote.
Claudia Vujacich, médica infectóloga, especialista en virología clínica y hepatitis virales, explica a France 24 que “no hay datos de eficacia y seguridad en mayores de 60 años”, por lo que, por el momento, la recomienda únicamente en “pacientes jóvenes inmunocompetentes que ya hayan tenido dengue confirmado previamente en áreas no endémicas”.
Según los expertos, un segundo contagio aumenta las posibilidades de presentar un cuadro más grave con dengue hemorrágico.
“Esta es la primera generación de vacunas contra el dengue. Seguramente se van a desarrollar nuevas con otra tecnología que se puedan aplicar con más garantías en otras poblaciones”, detalla la infectóloga.
Brasil inició su campaña de vacunación contra el dengue en enero. La doctora Vujacich cree que Argentina debería esperar unos meses para recibir los datos del país vecino antes de recomendar una inoculación masiva de la población.
Para el infectólogo Eduardo López, la vacuna demostró ser “eficaz y segura”. Sin embargo, en declaraciones al programa “Modo Fontevecchia”, advierte que “no está demostrado que pueda abortar o disminuir los brotes de dengue”.
Otros profesionales de salud, que pidieron no ser identificados, recomiendan la vacuna ahora, ante la consulta de sus pacientes. “Suma, es mejor que nada”, le dice un pediatra a France 24, que la aconseja en niños.
“Es muy recomendable porque es segura y brinda buena protección”, precisa otro médico.
Pese a las dudas y la incertidumbre, provincias como Misiones, Salta y Corrientes, donde la circulación del dengue es alta y duradera, decidieron no esperar la directriz del Gobierno nacional y ya iniciaron, por su cuenta, campañas de vacunación gratuitas.
El Gobierno de Milei culpa a la gestión anterior de la epidemia
El Ministerio de Salud publicó un comunicado el pasado 2 de abril en el que responsabiliza al Gobierno de Alberto Fernández de no haber adoptado las medidas necesarias para evitar la epidemia. También denuncia presión de los laboratorios para aprobar la aplicación de la vacuna y apunta contra la política y los medios de comunicación, a los que acusa de sumar “miedo y confusión”.
“Desde el Gobierno Nacional, no se avalará que la política o los medios de comunicación sumen miedo y confusión, y se seguirá avanzando con la convicción de preservar la salud de la población. Instamos a las empresas vinculadas con la producción de vacunas a evitar presiones que pretenden apresurar decisiones que pueden poner en riesgo a los argentinos. Con esta premisa, se continuará el combate contra el dengue, basado en la evidencia científica y no en las operaciones de prensa”, señaló el Ministerio de Salud.
En diálogo con France 24, la socióloga Karin Davidovich afirma que la falta de políticas públicas por parte del Gobierno en materia de salud es una expresión de la ideología anarcocapitalista de Milei.
“El presidente ya lo dijo: para él, el Estado es una organización criminal. No quiere que se haga cargo de nada. El anarcocapitalismo cree que el Estado no debe existir. Con la negativa de impulsar la vacunación contra el dengue, el Gobierno deja que los propios ciudadanos decidan qué hacer con su salud. Y eso genera mucha confusión en la población”, sostiene la licenciada en Sociología por la Universidad de Minnesota y doctora en Filosofía por la Universidad de Vanderbilt.
Vacuna para pocos y escasez de repelente
Frente a esta situación, las personas consultan con sus médicos de confianza si deben vacunarse o no. La duda pasa por la eficacia de la vacuna, pero también por su valor: cada dosis (son dos) cuesta alrededor de 70.000 pesos argentinos (unos 70 dólares al cambio paralelo).
“Yo me quiero vacunar, pero 140.000 pesos es un montón para mí. Y si encima el Gobierno cuestiona la eficacia, es un riesgo gastar toda esa plata en algo que no sé si funciona”, afirma Marcelo, de 58 años, en la cuarta farmacia a la que acude en el día en busca de repelente.
La falta de productos para protegerse de los mosquitos en supermercados y farmacias disparó el precio en los sitios de venta online. En algunos lugares se pueden encontrar repelentes de la marca más conocida en Argentina a casi 40.000 pesos (unos 40 dólares). Normalmente, su precio ronda los 3.000 (3 dólares).
Dejar el asunto al mercado
“Es una buena oportunidad para reflexionar sobre si se puede vivir sin Estado ni regulaciones. Pensar en sí es cierto que el mercado soluciona todo”, opinó al respecto el periodista Roberto Navarro en su cuenta de X.
Por su parte, el senador y economista Martín Lousteau lo atribuye a una “falla de mercado” provocada por la “inacción del gobierno”.
“Para Hayek (economista referente de Milei), uno de los atributos del mercado es su capacidad de agregar cientos de miles de informaciones individuales de manera eficiente. Y transmitirla rápido. Es verdad. ¿Pero siempre es así? La inacción del Gobierno hizo que cada empresario obtenga la información tarde. Ahora ya no se llega: aumentar la producción o importar lleva tiempo y ya viene el frío. Así, la solución llegaría recién cuando el dengue se haya ido”, escribió en X.
“Este es justo un caso en donde un buen Estado tiene disponible más información más rápido que el mercado. Y puede ayudar a coordinar respuestas si toma decisiones o comparte la información a tiempo. Se llama política pública de salud. Pero este gobierno no piensa así. Que cada uno se tenga que arreglar para combatir al dengue es un fracaso más del presidente y de un ministro de salud al que no le conocemos la cara”, concluyó.
El dengue y su relación con el cambio climático
El aedes aegypti, el mosquito que transmite el dengue, se cría en recipientes con agua acumulada. La temperatura óptima para su reproducción es de entre 26 y 28 grados. Por eso, las lluvias y las olas de calor favorecen su desarrollo.
La enfermedad del dengue no es nueva en Argentina, pero en los últimos años los casos han aumentado de manera exponencial.
Científicos y grupos ambientalistas sostienen que el cambio climático tiene gran responsabilidad en esta crisis.
Nicole Becker, activista climática y cofundadora de la agrupación Jóvenes por el Clima Argentina, remarca la correlación entre el cambio climático y el aumento de lugares a los que llega el dengue.
Citando un estudio de la revista científica The Lancet, la joven explica a France 24 que la tropicalización del clima, como la que atraviesa Buenos Aires desde hace unos años, con temperaturas promedio más altas y mayor humedad, genera “el caldo perfecto para que el dengue llegue a lugares donde antes no lo hacía y, sobre todo, que se quede más tiempo”.
“Cuando hay más cambio climático, hay aumento de temperatura y eso hace que haya más dengue”, precisa.
Además, la activista hace referencia al fenómeno de El Niño, que, según detalla, “produce más lluvias y, por ende, más humedad, lo que favorece la reproducción de mosquitos”.
Becker destaca que, al menos, la correlación entre el cambio climático y la epidemia logra poner en agenda la crisis ambiental, muchas veces dejada de lado por la sociedad y los gobiernos.
Por su parte, la doctora Sylvia Fischer, coordinadora del Grupo de Estudio de Mosquitos de la Facultad de Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, llama a hacer hincapié en la prevención.
“Desde que el mosquito entró a nuestro país en la década del 80, después de haber sido erradicado a mediados del siglo pasado, nunca hubo programas de prevención con financiamiento de largo plazo, a gran escala, con esfuerzo humano y económico suficiente para poder hacer la prevención”, explica a France 24.
Para la investigadora, el dengue es un problema que se reconoce recién cuando hay una epidemia en curso.
“Cuando no tenés una epidemia, nadie percibe que sea un problema, y los esfuerzos económicos y de recursos humanos se dedican a otros problemas más directos. Desde hace más de 30 años que nos falta prevención”, señala.
Sin embargo, sostiene que las campañas de prevención “no son solamente comunicar sobre el problema en los medios”.
“Hay que hacer un monitoreo continuo en los lugares donde se detecta actividad del mosquito y tomar acciones concretas para evitar que haya criaderos. Para eso hay que interactuar con las comunidades. Eso es bastante más importante que solamente hacer campañas de prevención, que es apenas una parte del asunto”, concluye.
(Tomado de France 24)