Columna Inmersión
Reynaldo Espinoza Negrete
Transporte público: ¿Beneficio social, nudo gordiano, galimatías o diseño exprofeso?
Miércoles 17 de enero del 2024
El aspecto clave en el Transporte Público es el tiempo invertido en un viaje; esto determina los beneficios sociales que ofrece este medio masivo de movilidad.
Sin embargo, el diseño administrativo, legal y de estructuración del negocio, por la forma en que vemos hoy opera, es un verdadero nudo gordiano, -de los que se desatan o se cortan- y en el que convergen los más diversos intereses, ya sean las propias autoridades de cualquier nivel, -incluso aquellas a las que no les corresponde el tema-, y otros sectores cuyos propósitos son opuestos a los de brindar un beneficio social, lo mismo que los de los concesionarios, operadores (choferes) y hasta los usuarios mismos.
Esto deriva en un verdadero galimatías cuyo resultado ha sido de muy poca ayuda de amplios sectores de la población con necesidades básicas de operación personal, laboral, educativa, recreativa, etcétera.
A menos de que el Transporte Público haya sido diseñado exprofeso y por supuesto, para beneficio solo de ciertos grupos y no propiamente del sector social o sea, el usuario. Si así fuere, entonces el sistema, convertido en un caos, camina a la perfección.
Lo paradójico de este problema, donde reside el verdadero nudo gordiano que tiene al Transporte Público metido en un callejón sin salida es que, por una parte, desde el gobierno federal, facultado para autorizar importaciones de automotrices de modelo 2017 y anteriores, han generado un sobreinventario de vehículos de todo uso en condiciones físicas de chatarra.
A esta internación masiva de automóviles viejos a la cual se le ha denominado de varias maneras, no es otra cosa que la regularización de autos “chocolates”; incluso, esta medida está respaldada por su respectivo decreto presidencial.
Este abultado inventario de motores desgastados produce una combustión deficiente la cual resulta menos que imposible monitorear con la infraestructura ambiental instalada en nuestras ciudades, situación que se agrava con los cientos de miles de “chocolates” ya regularizados, los cuales aportan una descomunal masa de gases tanto tóxicos como de efecto invernadero a nuestra atmósfera.
Es decir, en nuestro país se impulsa el transporte individual, mientras que la movilidad como servicio público, prácticamente se deja a la deriva.
A nivel estatal existen leyes, reglamentos, organismos de coordinación con ayuntamientos y múltiples disposiciones orientadas a la buena marcha del sistema estatal de transporte. Para citar solo dos ejemplos, tenemos la Ley de Movilidad y Seguridad Vial para el Estado de Sonora y la Ley de transporte del Estado de Sonora.
En este nivel recae el diseño legal, administrativo y por supuesto, ejecutivo, de la transportación pública, sus directrices; la supervisión, la evaluación y hasta la infracción al ejercicio, tanto de alguna concesión como de la modalidad propia, la cual incluye también la vigilancia del cumplimiento ambiental.
Pero, es en el ámbito municipal donde se refleja el efecto multidisciplinario tanto de órdenes de gobierno, como de factores tangibles como el estado de las vialidades, el diseño de las mismas (como carriles exclusivos para transporte público) y el interés de gremios, (concesionarios, usuarios, autoridades de tránsito, funcionarios con diferentes alcances tanto de jerárquicas como de injerencia). Todo lo anterior induce a pensar que es un sistema con diseño y funcionamiento óptimos; pero, por desgracia, no es así.
Ha resultado casi imposible lograr una convergencia de dichos órdenes de gobierno; se ha soslayado que los intereses de los gremios mencionados líneas arriba, requieren de tener en la mira, antes que nada, el beneficio social del transporte público.
De tal suerte que aún estamos muy lejos de una solución general y beneficiosa para el usuario cuando, desde el principal orden de gobierno se prioriza el transporte individual y se fomenta la regularización de vehículos de procedencia extranjera, minimizando el impacto ambiental, mientras genera ingresos económicos producto de esta importación.
En tanto, en otro orden de gobierno, el Transporte Público se ha convertido en un verdadero galimatías por no decir que toda la reglamentación en torno a este tema es en la práctica, letra muerta.
Mientras continúan las interminables divagaciones sobre el transporte público entre todos los sectores mencionados, y luego de caminar cinco calles hasta la parada de camiones más próxima a mi casa, espero por lo menos hasta 35 minutos la llegada de alguna unidad, cuya ruta me acercará a unos 300 metros del lugar donde trabajo. Y esto último solo será posible, si el operador de la unidad está de buen ánimo. Y así.
Ese es el lamentable entorno citadino es en el cual estamos inmersos.